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martes, 30 de noviembre de 2010

Remembranza de un deseo...

Cada palabra de tú boca se convierte en aire fresco, 
mis suspiros por pensarte las respiran con mesura.
Cada verso que escribo enaltece ese humano momento 
donde lo prohibido es sentencia de quienes juegan con fuego.
Tú experiencia, yo esperanza… Tú confianza, yo deseo. 
Aún en las noches mirando el enorme y hueco vacío, 
lamento el desierto que dejaron tus húmedos besos. 
Saliste de mi mundo hace a penas pocas horas, pero 
mi solitaria piel ya te llama para pecar juntos de nuevo.


Un secreto sin nombre seremos ante la gente...
Una especie de gemido aplacado por densas paredes.
Nadie imagina lo que pasa cuando tocas a mi puerta,
sabes que aunque parezca cerrada entrejunta ella te espera.
Enjaulados entre las luces de las velas y un viejo tocadiscos,
creamos una danza perfecta usando nuestros cuerpos como perímetro.

Mis manos marcarán el ritmo sin seguir partitura alguna...
Solo los latidos de mi corazón y el tuyo como un marcapasos que retumba. 
La petición de ti, la de un poco más siempre estará presente,
como una especie de telón que al caer anuncia el fin del acto.
Sin esperar como buen prudente emprendes la retirada,
con un beso en la distancia suspendes en el aire el momento,
engañando a los minutos que controlan nuestros encuentros.


El pecado enmarca el presente, quizás la culpa el futuro.
Sin un acuerdo que nos una no podemos confiar en ninguno,
quizás un lluvioso día partas con la brisa y el mes de julio
y desde el exilio digas mi nombre pregonando a otros tú triunfo.


Como siempre otra mujer a tú lado camina, se siente plena y confiada,
pero ignora todas las veces que guardaste tú alianza bajo mi almohada. 
Ilusas somos algunas veces pregonando compromisos de grises papeles.
El alma y el cuerpo no siempre caben en firmas que de pie aplauden...
Sentirme dueña de ti, de ese modo, es un deseo desvirtuado que no añoro, 
pero se que una parte tuya quedará eternamente aquí sumisa conmigo,
cual relicario antiguo de un destino ilícito...Pero fugazmente compartido. 


Cómo domar la brisa que como se va llega rozando el rostro nácar  
de quién en su camino aparezca? Prefiero ser un marchito recuerdo, 
esos que despiertan sonrisas al vacío. Esos, los disfrutados por ser prohibidos. De esos que digieres en algún bar porque el alma los cobra 
sin ninguno oscuro afán, solo por el mero placer de mortificar.


A quien te acompaña le dejo el protocolo, los domingos, los delantales, 
los oficios, las quejas matutinas y el café caliente con monotonía servido. 
A ella que presume ante todos su cuadro familiar cubierto de polvo...
Le dejo mi lamento por tan grande tormento, porque eso significa vivir 
a tú lado, tú que eres libre y emancipado y por naturaleza no requieres de dueña, solo de una sombra que recalque cada una de tus perdidas huellas

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