ni nos esforzamos por serlo...
No me da los buenos días
pero me dice alguna guarrada
como a eso de las tres de la tarde.
Cuando yo no escribo él suele hacerlo
y cuando él deja de hacerlo
me doy cuenta a los días.
No esperamos nada del otro
ni nos hemos mirado a los ojos.
No es necesario desear cambiarnos
pues conocemos muy pocas
cosas para modificarlas.
No hablamos de deseos ni de familia,
de planes o de dinero...
En su sofá pasa la tarde con
programas de la sexta,
me coge la mano y reposa su cabeza
en mi cuerpo semi vestido
raramente cómodo, ensanchado
de la confianza que dan
los años de compartir cama.
(Aunque sólo he dormido
en ella y con poco espacio
una vez hace nada).
Es raro, sólo tiene un par de meses
pero como no deseamos más
debe ser por eso que a ratos
nos hacemos felices sin
ni si quiera fantasear con que
así podría ser la vida.