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miércoles, 20 de abril de 2011

La lluvia y otros excesos…

Abrí los ojos un par de veces, sin ni siquiera haber decidido si me levantaría de la cama; no encontré un porqué válido para semejante esfuerzo moral y digo moral con una implicación más rebuscada, por el hecho de asumir que al levantarme, debía enfrentar un nuevo día de afanes, lógica descuadrada, ideas penetrantes y calma inexistente y hoy en lo personal, no tengo ganas de ser yo. Dirigí  la atención a la ventana, como si en ella tuviese una vista maravillosa para reinventar los ánimos inexistentes, considerando que no tengo más que ver que la media copa de un árbol sin gracia entiendo que pierdo mi tiempo buscando encontrar un mejor rincón allá afuera. Di una, dos y tres vueltas, pasé mis manos por las sábanas y se sintieron jodidamente ásperas; ya nada en este espacio es igual y no tiene porque serlo, yo ni siquiera soy la mitad de lo que fui ayer. Tomé el teléfono que encontré escondido entre los libros de la mesita de noche, hubiese sido mejor tomar alguno de ellos, ahí hay más información de mi propia vida que en ese objeto al que le invierto tanto tiempo, hoy no lo haré, no habrá un mensaje tuyo.  

Tengo que escribir, tengo que hacer algo con esta ambivalencia que hace tanto no sentía, ayer solo logré escribir una frase y así tal cual la encontré en la computadora, casi sentenciando mi temor a continuarla. Lo sé, yo y mis métodos, tú y los tuyos. Si bien es cierto que la tinta no compite con las teclas es un buen recurso para mantenerme ocupada aunque sea por un par de minutos. “No te sentí mío porque no lo eres ni pretendes serlo. Siempre serás de esa realidad con la que compito inconscientemente, como si esperara un reconocimiento a la voluntad de intentar…” Qué otra cosa podría agregar si todo ya está dicho, al menos por ahora. En otro orden de ideas, que derivan de la original, podría contar que volvió mi alergia (es lo único que tuvo el valor de reaparecer) la misma, es aún más aguda, quizás porque descubrí el motivo… Mientras tú también lo conozcas probablemente me acompañará un rato más como recordatorio. Camino la habitación, paso mis manos por mi rostro, muevo cosas si buscar nada y recuerdo que debo conseguirte un libro para tú viaje, luego caigo en cuenta de lo innecesario, no estarás para dártelo, debería caber en una botella, pero no hay marea ni persona que acorten la distancia. Tampoco creo que lo quieras…  

Se que debo escribir, se que es mi único cable conductor a tierra, pero el saber que aparecerás en cada letra y que te reconocerás entre ellas me causa esa ansiedad que acompaña a los días lluviosos. Mi primera mañana después de ti no fue contigo, no era tú brazo quien me rodeaba sino ese temor de no poder reivindicarme, de que no me dio tiempo de momorizar tus marcas eternas. Ya ahora de nada sirve, buscaré café y tomaré con seriedad el llenarte de letras… O quizás lo posponga nuevamente amparándome en factores climáticos…  


                               

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