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jueves, 13 de enero de 2011

No soy 2.0, sólo soy un humano con necesidades tecnológicas de avanzada...

      Mucho se podría decir de este tema, pues prácticamente nadie, por muy distante de considerarse 2.O desconoce el alcance de la tecnología como hilo conductor de nuestro universo inmediato, o en el mejor de los casos, como herramienta indiscutible de progreso en cualquiera de sus niveles. Ya sean los adultos mayores o contemporáneos, que pueden ahorrarse la cola para cancelar algún servicio, o la tarea de esperar en una larga fila para resolver un trámite bancario, con sólo dar un “click” (o solicitar que alguien más diestro lo de por ellos) tienen la tarea resulta y tiempo de sobra para las novelas u otros oficios gracias a la magia del internet y el tecleo inteligente.

Hasta en el caso contrario, los más jóvenes, consiguen también una oportunidad en la red para resolver sus trámites, posiblemente perfilados hacia otros intereses como: empequeñecer kilómetros, seguir a sus artistas favoritos o en otro casos, conocer personas similares o diferentes, pero, que de igual manera, se convertirán en algún punto de la historia en figuras tan o más importantes que las verdaderas pertenecientes a esa vida cada vez es menos real y más virtual, campo en que las nuevas generaciones se desarrollan enfáticamente. Todos y cada uno, sin distingo, disfrutamos de este recurso que marca un antes y un después en lo que a conexiones respecta pero no desde un mismo paradigma, por así decirlo.

Mi historia no es tan entretenida, no logré en mi adolescencia conseguir novio por este recurso, tampoco lo busqué, (pues en la vida real o virtual soy igual de compleja y un poco rebuscada) o quizás si lo hice, pero, mi mente suprimió el recuerdo ante los posibles resultados. En fin, lo que de  seguro sí obtuve fue amistades que hoy en día incluso conservo y recuerdo. Está demás decir, o en este caso, escribir, que para hablar de determinados temas es necesario tener la experiencia que recree un concepto inteligente de las mismas (sin presumir que el mío lo sea). Por consiguiente, al ser usuaria de este sistema, varios interrogantes vinieron a mi al analizar este punto con una perspectiva un poco más adulta y con conciencia generacional. El internet surge estando yo aún niña, era evidente que cambiaría la vida de todos, era sencillo codearse con un implemento tan tentador. Pero, en paralelo a su uso académico, recuerdo como compañeras nos reuníamos en la sala de computación para poder abrir salas de chat, o revisar páginas (de esas cosas que le interesan a uno a esa edad) y encontrar un uso más poderoso para el internet que el mero alcance letrado, me refiero, al de conocer personas.

En vista de todo esto, un par de preguntas surgieron…
1.     ¿Dónde quedó esa popular frase que nos inculcaron cuando niños que citaba “No hables con extraños”?.
2.    ¿Dónde se desvanecía el riesgo de tratar con algún desconocido, superado por el afán de comunicarse con otras personas cuando, muchas veces, no se sabía si los datos suministrados eran ciertos?
3.    ¿De dónde surgía el valor para concretar citas y encontrarse, cuando hoy por hoy, para llegar a ese punto con un conocido se considera dos veces?
4.    ¿De dónde surgía esa dinámica casi natural de pasar de desconocidos, a seudo-amigos, luego a casi amigos personales y en el caso de unos cuantos a algo más concreto. A caso el decir “lo conocí por internet” no ameritaba una crítica ya sea social o emocional a tan efímero evento?
5.    ¿De dónde salía la confianza para suministrar datos, fotos o algún tipo de información comprometedora a alguien que no sabrías a ciencia cierta que pudiera hacer con ello?
6.    ¿En qué punto el consultar libros o textos impresos de esos que hoy por hoy almacenan polvo en miles de estanterías perdió casi total importancia?

Y un poco más contemporáneo…

7.    ¿Cómo se ha hecho tan común el entendernos con personas ajenas a nuestra realidad y encontrar placer y reconocimiento cuando nos expresamos de determinados temas, logrando empatía y proyección por ser simplemente quienes somos, pero, en algunos casos, no pretendemos ser en contextos más auténticos?

No pretendo ser fatalista, solo intenté recuperar varios eventos algunos vividos u otros conocidos por referencias, donde tampoco todos los resultados han sido negativos. Se de muchas personas que han concretado empleos, oportunidades de estudio e incluso parejas por medio de las redes sociales u otros elementos de este orden. Lo que podría entonces significar que, el internet, desde su concepción más pura, realmente ayuda a las personas solo que cada una tiene distintas demandas y claro está, sus respectivos riesgos.

Más que una brecha generacional, o “cosas de muchachos” nos enfrentamos a una realidad donde adultos invierten tanto tiempo como los jóvenes en conectarse y gozar de estos recursos tecnológicos, haciéndolo desde el trabajo, hogar y sus propios dispositivos móviles en los que invierten dinero y sudor (literalmente) para mantener a salvo. Lo que me hace pensar, que no es cuestión de generación como tal sino, cuestión de intereses que si bien es cierto pueden variar según el momento cronológico que se viva. Si eres joven buscarás quizás oportunidades de conocer y conquistar, si eres adulto pues de laborar o estudiar, de mantener el contacto con viejos amigos y, por qué no, de tropezar con alguien que no descarte crear historias de la nada o también, desde una perspectiva más estable, con adultos mayores que contactan a sus familiares manteniendo un empalme más fraternal con sus consanguíneos y con la prensa diaria que los ayuda a mantener un relación con el mundo cambiante. En fin, podría considerarse el internet como una gran tienda donde cada usuario adquiere lo que necesita y además paga por ello, aferrado a resultados contundentes de acuerdo a su búsqueda.

Todos en cierta forma, somos más 2.0 de lo que creemos. Podemos mantener contacto con nuestros pares, transferir fotos, realizar trabajos que luego enviamos a correos, compartimos chistes, solventamos el pago de facturas, tweetemos miles de cosas, compartimos en foros, en chats, en conversaciones cotidianas, seguimos noticias, figuras públicas, escuchamos música, vemos películas, grabamos cds al mejor estilo de un comerciante informal (y hasta dibujamos la portada), vemos imágenes directas de la Nasa, nos convertimos en Trending Topics y diseñamos láminas en powerpoint para defendernos académicamente. Si eso no es evolución, si eso no nos hace merecedores aunque sea de un aplauso de nuestro profesor del Liceo que nos encaminó en computación o mecanografía, pues no se que estamos haciendo… Ud. Sí?

                                                  

1 comentario:

  1. La Internet pudiera entenderse como la lógica consecuencia de procesos socioculturales, y por lo tanto históricos, puestos en marcha en Occidente desde hace poco más de un siglo y con una rapidez cada vez más desconcertante. Lo que se veía venir (agregar aquí un alegre tono apocalíptico de acuerdo al gusto) tras la crisis de los grandes sistemas, mitos y verdades: Postmodernidad, pura y dura. Un hermoso caos en donde abunda la hipertrofia de la información, la abundancia de voces y estímulos en una fuente (casi) infinita de fácil acceso. El caldo de cultivo ideal para que los maestros de las teorías conspirativas nos aburran con neurotizantes tesis de sugestión y control de masas: “¿Cuál sería entonces la tasa de idiotización poblacional de propagarse una…súper televisión interactiva? ¡Estaríamos perdidos!”

    Soy de los que piensan que este medio es una caja de resonancia donde cada cual proyecta sus intereses, y finalmente a sí mismo: obteniendo como eco lo que busca. Desde el entretenimiento vano y bajo, pasando por el aprendizaje y la autoexpresión, hasta la relación interpersonal en todos los niveles. El reino de lo (im)posible bajo un sistema de gobierno anárquico y desordenado; siendo precisamente esta cualidad entrópica su más valioso atributo. Bueno y malo, aquí hay de todo, para todos.

    “Por favor recuerde ajustarse el filtro antes de encender su módem. Gracias.”

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