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domingo, 5 de diciembre de 2010

Despedida sin texto...

Cuando la quietud se apropia de los espacios compartidos
y los brazos se fatigan del peso ajeno, es el momento del deshielo. 
Cuando pequeñas gotas de luz se fermentan en las ventanas,
movimientos de hojas en vuelo se apoderan de la realidad.
Poco a poco me desintegro en pequeños trozos, para no 
hacerme sentir en ningún pliego de las sábanas desgastadas. 

Una puntilla tras otra, una postura casi animal, una recolecta furtiva. 
Pieza a pieza se busca juntar, piezas que cubren la decencia ya perdida.
Última mirada al campo de batalla, ejercitando la vista periférica;
como buen soldado no olvidaré la lucha, pero sí entregaré las armas,
para no volver a estas líneas enemigas, llenas de pólvora y púas.   

Pequeño movimiento irrumpe con la retirada, pronto reflejo de pérdida. 
Bajo la mirada, los hombros y la espalda al verme descubierta. 
Silencio molesto que espera diálogo y explicaciones errantes. 
Se escapa un aplauso ante mis maromas cautivas y circenses,
una sentencia letal firmada por las retinas y el giro del desprecio. 
Algo derrotada doy un paso atrás al no creer en los regresos,
tú das dos adelante por creer en los finales felices de cuentos. 

Las cintas de clausura aparecieron tras sonar la puerta,
todo ya estaba dicho; las palabras sobraron cuando el escenario
habló con sus tablas y huellas viejas. Aguardé unos minutos en el portal
esperando ser rescatada del vacío y la soledad, a penas escuché los pasos
que se encaminaban con cierto temor hacia mi sombra, decidí por ambos
hacia donde irían los rieles y hacia donde iría el choque de las almas rotas. 
Decidí salvarme y salvarte y evitar funerales de tumbas compartidas con
coronas de lirios, colores marchitos y una eternidad sumamente larga.

La vida, sus colores, matices y personajes nos colocan
en calendarios a placer. Es necesario ser asertivo y suspicaz
para sobrevivir a los cambios pero, en ocasiones, me dejo
eminentemente vencer por el radicalismo que transforma los
momentos de vida en pequeñas muertes memorables.
Nacer o morir ya no es antagónico. Unos brazos más,
unos pies, un cuerpo, quizás dos, unas manos, unos codos
en todos lados aparecen. Hoy viví en los tuyos y anuncié con retirada mi muerte.

El recuerdo consumado de bajeza disfrutada
pesa más que explicaciones y citas en la almohada.
No despertaremos juntos ni abrazaremos la mañana,
no viviremos en castillos ni volaremos inclementes.
Somos terrenales, somos imperfectos, somos temor,
somos puntos suspensivos...  
Te deberé y me deberás un beso en la frente,
pero no será hoy que nos consolemos. 




                                                                

    

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