Cuando empiezo a
extrañarte me da por comer chicle…
Me da la
impresión de que mi mente le brinda más atención
a mis dientes, a
mi lengua, mi saliva y un poco menos a ti.
Pero luego
recuerdo tus besos ocupando todo espacio y
se pierde el
esfuerzo absurdo de sacarte de mis ideas.
Cuando empiezo a
extrañarte me da por cerrar los ojos…
Empieza a ser
doloroso luego de un rato, salen cuadritos de
colores casi al
final y al rascarme caen un par de pestañas.
Pido un deseo con
cada una y automáticamente apareces en ellos…
Una vez más emerges
en lo incierto, no logro posponerte.
Con poca
frecuencia pero con gran simpatía
tu nombre ha
empezado a confundirse en otras personas.
Me barajo cuando
hablo y luego me apeno…
El único nombre
que debe combinarse es el tuyo
con el mío y el de
nuestras ideas con el de nuestros hijos.
Con tu recuerdo
no se lucha, se vive…
Y en
retrospectiva se vive divino.
Con tus recuerdos
me alimento…
Y puedo asegurar
que jamás
había encontrado tanto
valor nutricional...
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