¿Alguien logra
ver lo que yo con tanta claridad observo?
La suspicacia
puede ser un arma de doble filo cuando se guarda un secreto…
¿Mi boca cocida
de prudencia tiene fecha de caducidad?
Las palabras
pueden ser cristales rotos en palmas cerradas por la ira.
Eras tu no otra,
la que aquí o allá movía las vidas ajenas
sin temor a la
vuelta de página irreversible del tiempo.
Eras esa mujer
que todo lo había vivido y todo conocía…
Que relativo es
el saber, nunca te faltó nada, siempre tuviste todo.
¿Cuántas máscaras
caben en un solo rostro?
En ti se
materializa el trabajo agotador de quien es un camaleón social…
¿Cuántas
historias ensayadas frente al espejo de la moral?
El dedo que nunca
te señaló fue quien recibió tu sentencia.
Bajo el telón de
lo oculto, entre lo recóndito de lo discreto,
botellas vacías, rímel
corrido, recuerdos vagos, prendas perdidas.
Atrasos rojos,
lágrimas, mentiras, verdades a medias, silencio rotundo…
El dedo que nunca
te señaló ahora te indica por donde seguir.
¿Tanto te pesaba
tu vida que la proyectabas a través de mi plexo?
Sucias palabras
que siempre tuvieron puertos sordos para aparcar.
¿Tanto te
preocupaba que me acercara a tus latitudes?
Quizás la balanza
con que nos medías siempre se inclinó
a favor de tus
temores… Te concedo la gracia de mantenerte santa.
Mi piel endurecida
de siglos soporta la intemperie del odio….
¿Puede tu
conciencia oxidada por el salitre soportar la verdad?
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