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viernes, 24 de junio de 2011

Soy del tiempo…

Una orilla colmada de agua, un sol naciente aunque sea de noche,
gotas de rocío en pétalos abiertos, brisa que despeina los surcos del alma.
Las nubes hablan con suspiros, la lluvia me sabe dulce, las hojas caen con ritmo,
no hace falta abrir los ojos cuando leo el futuro con solo respirarte.

Como la paz bíblica que surge del saber que existes en este tiempo terrenal,
la tranquilidad de que encajas en mi alma sin ni siquiera esforzarte por intentar.
Evolución casi natural al sentir que pertenezco a un mundo de acuarelas tornasol,
camino directo que transporta a tu puerta, misma que conoce mi manera de tocar.

Llegaste entre tormentas, papeles vencidos y tinta agria, reconociste la magia
que se escondía en la fiel huída de quien no tiene nada simple que perder.
Eras lienzo en blanco, espejo de la experiencia, eterna promesa atlántica.
Articulaste verbos que mi alma añoraba, te quedaste a ser árbol de sombra fiel.

No te vayas que se acerca la noche, tómame de la mano, háblame del después.
Cerraré mis ojos sin el temor de no verte, aflojaré mi mano sin pensar que te irás.
Eso debe llamarse confianza, el apostar por lo incierto ante tanta decepción que
riega la humanidad. Ya no soy lo que solía, ahora he cambiado, reducida a grano
firme que en tu tierra fresca y oscura has de plantar. Besa mi frente, hazme
cosquillas, desconozcamos al tiempo y aparca en mi orilla, aquella libre de sal. 


                        

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