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lunes, 20 de abril de 2015

La geometría del nosotros...

Si midiera mi prudencia
por las veces que disimulo mirarte
divididas por las ocasiones
en que se me escapa tú nombre
el número resultante serían
todos aquellos besos que,
al no terminar en tú boca,
se pierden en alguna parte...

Cuando un roce se escapa
y nos miramos cómplices del acto
el tabernáculo del argumento
ya no recibe retractarios
ni al instigador anónimo
que lanza piedras,
sin estar antes libre de pecado.

La adrenalina del alma libre,
es contradictoriamente
pertenecer a algo,
pertenecer a alguien,
ser un minuto en la arena
del tiempo...
Ser y ser
lo que te permitan,
lo que te dibujen,
lo que te alcance.
De ahí deriva
el riesgo que tomamos
al saltar de altos abismos,
al decir sí... Al desearlo.
Al estar secretamente
en mis aprendices labios.
Al oler a mi aunque
trates de disimularlo...

Nada es tan sucio
como para no ser lavado,
ni nada está tan limpio
como para no ser manchado.
El mundo es el
antagonismo de los deseos
de algún extraño
que mueve piezas
que juega silencioso
a cambiar vidas
a reinventar
el capítulo ya escrito.

Digamos que la hipocresía
es relativa cuando se debate
de moral, porque en la cama,
por ejemplo
todos somos iguales...
Luz de fósforo que no enciende
hasta que el oxígeno correcto
Lo hace reaccionar.
Y por qué hablar de la cama
si podemos hablar del suelo
o del distante cielo
que nos cubre protagónico. 
Por qué hablar de más
si todo empezó
en la cuadratura del nosotros...
Tal vez porque hay sitios santos
que no aceptan métrica del hombre.
Porque deberían dar
un permiso bíblico y universal
cuando dos personas
pensadas para encontrarse
empiezan a fluctuar
en la posibilidad
de la incierta calma...
Porque aunque trate
de romper el hilo
de mi meñique al tuyo
ya bordé otro
nuevo con las ganas
de lo aún no vivido.

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