No sé en donde
descansa el manual de lo correcto.
¿A dónde ir
cuando todo se hace polvo
tras la brisa
destructora de la realidad?
Mi amor no fue
suficiente para los dos
como tantas veces
te repetí en susurros…
El tuyo fue el
motor valiente que impulsó
un fuerte sentir
que poco a poco gastaste
con argumentos de
aquel guión nefasto.
¿Con qué cara se
mira al mundo después
de que te llevas
entre tus pies parte de mi alma?
¿En qué buzón
deposito mis dolores si ya
tus oídos están
sordos ante mi petición muda que te quedes?
Eras mi brújula
sensorial, todo tenía sentido
cuando empezaba
en ti…
Ahora solo me
queda el recuerdo de tus caricias,
caricias
compasivas mojadas por mis lágrimas.
No sé a donde ir
sin que tu recuerdo me persiga…
Decir que duele
queda bastante corto y mezquino.
Esta llama que
arde sin piedad en las entrañas
consume cada
espacio como la sal en una herida profunda.
Decir que soy
fuerte es solo una capa de autoprotección
que llega a
destiempo, pues ya estoy aquí, vulnerable,
húmeda y
expectante ante tus ojos que ya no miran.
Querer alargar el
tiempo, tus caricias,
tus susurros en
mi oído es un castigo físico…
Moribundas
golondrinas despedazan sus alas de cristal
donde reposaban
la ilusión que ahora parece de vidrio.
Duele tanto que
casi siento que pago de otras vidas
un karma que no
recuerdo haber cometido pero, si es necesario,
puedo pedir
disculpas por ello si eso minimiza esta lluvia constante.
Eres juez y
verdugo de una eternidad que nos duró poco…
No hay comentarios:
Publicar un comentario