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viernes, 12 de diciembre de 2014

Fe de errata...

No fue necesario decirnos adiós...
Nos ahorramos el acuse de recibo y
la repartición de bienes, los silencios incómodos
y la cara de libertad impuesta que se debate
con el temor natural a la soledad escogida.

Quizás la despedida era una nota pendiente
y es por ello que no tuvo su propia fiesta.
Nos cansamos, me cansé...
Era yo quien decidió irse, solo para variar,
solo para no morir prematuramente de esperanzas.
Eras tú quien guardaba silencio pero
con discreción abrias la puerta del no retorno.
Me llevaste con tú amor en polvo
al ángulo equilatero de la fatiga.
Ya tú presencia no es la llave del nirvana...
Ya tú recuerdo no es una invitación.

No deseo venganzas ni camas erradas en tú haber,
mucho menos una soledad angustiosa
o vigilias con aroma a Madrid.
Tú soledad jamás será mi venganza
ni tú felicidad un desafío,
que no te angustie
la dirección del viento
al que te entregué,
que no te preocupe
el deseo marchito de nuestro plural.

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