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martes, 28 de junio de 2011

“When You're Strange”



“When You're Strange” es un documental sobre The Doors estrenado en 2009 y escrito y dirigido por Tom DiCillo. El tecladista de la banda, Ray Manzarek, ha dicho que "esta será la verdadera historia de los Doors", he indicó que este documental será el "anti-Oliver Stone", refiriéndose a la película de 1991 que Stone dirigió, y que atrajo críticas de parte del los fanáticos de The Doors y de gente cercana de Morrison por ciertas diferencias entre los hechos reales y el guión de Stone.
“When You're Strange” fue estrenada en el Festival de cine de Sundance el 17 de enero de 2009, donde recibió críticas favorables en general. Sin embargo, la narración grabada por el director Tom DiCillo fue para muchos un elemento que estropeó la calidad de la cinta por su monotonía. Johnny Depp fue contratado para volver a grabar la narración. La nueva versión debutó en el Festival de cine de Los Angeles en junio de 2009. La versión final del documental también fue proyectada en el Festival de cine de Londres en octubre del mismo año. Por último, en los cines en abril de 2010 junto a un álbum del soundtrack.
El guitarrista Robbie Krieger cree que este documental es un retrato más acertado de Morrison que la película biográfica de 1991. En definitiva, Krieger se sintió "muy feliz" de como resultó el documental, elogiando particularmente el trabajo de edición. Los miembros sobrevivientes de la banda decidieron no involucrarse demasiado en el proyecto para tratar de conseguir el justo balance neutral que cualquiera conseguiría.

viernes, 24 de junio de 2011

Soy del tiempo…

Una orilla colmada de agua, un sol naciente aunque sea de noche,
gotas de rocío en pétalos abiertos, brisa que despeina los surcos del alma.
Las nubes hablan con suspiros, la lluvia me sabe dulce, las hojas caen con ritmo,
no hace falta abrir los ojos cuando leo el futuro con solo respirarte.

Como la paz bíblica que surge del saber que existes en este tiempo terrenal,
la tranquilidad de que encajas en mi alma sin ni siquiera esforzarte por intentar.
Evolución casi natural al sentir que pertenezco a un mundo de acuarelas tornasol,
camino directo que transporta a tu puerta, misma que conoce mi manera de tocar.

Llegaste entre tormentas, papeles vencidos y tinta agria, reconociste la magia
que se escondía en la fiel huída de quien no tiene nada simple que perder.
Eras lienzo en blanco, espejo de la experiencia, eterna promesa atlántica.
Articulaste verbos que mi alma añoraba, te quedaste a ser árbol de sombra fiel.

No te vayas que se acerca la noche, tómame de la mano, háblame del después.
Cerraré mis ojos sin el temor de no verte, aflojaré mi mano sin pensar que te irás.
Eso debe llamarse confianza, el apostar por lo incierto ante tanta decepción que
riega la humanidad. Ya no soy lo que solía, ahora he cambiado, reducida a grano
firme que en tu tierra fresca y oscura has de plantar. Besa mi frente, hazme
cosquillas, desconozcamos al tiempo y aparca en mi orilla, aquella libre de sal. 


                        

viernes, 17 de junio de 2011

Capas...

Coloco una cinta negra en mis ojos y te cedo el puesto.
Bajo los brazos de la razón y la angustia ante la posibilidad,
mis fuerzas no son las mismas, pero queda un poco de fe en mi
así que te la otorgo para que la sumes a tu voluntad de hierro.

Hace tanto no hago figuras en cristales empañados por la lluvia,
las últimas hojas de aquellos cuadernos permanecen en blanco,
empecé a creer que las rosas secas en gavetas son un castigo
y que conservar papeles viejos era retar de frente a la memoria.

Ya no pateo las piedras que consigo al caminar, ahora las salto.
Pido el café con mucha azúcar y compro periódicos que no leo,
Como libros para el alma, vivo de los sentidos para el cuerpo
pero ahora desde las esquinas solitarias, no desde el centro concurrido.

La bulla me contamina, los modismos los descubro a destiempo,
me guardo entre clásicos que me trasladan a placer y que otros critican.
No uso paraguas, ya se a que sabe la lluvia y como siente en la ropa.
Ahora creo en promesas y me río entre miradas desconectadas.

Soy una parte de mi que no quiere pernoctar en terreno solitario…
Una versión que se deslastra ante miradas de mecánica antaña.
Puedo caminar sin sujetar ninguna mano, puedo caer sin pedir ayuda.
Me refugio en letras, colecciono suspiros, pienso en ti más de la cuenta.

                                       

sábado, 11 de junio de 2011

Recomendación Cinematográfica

La película se desarrolla en EEUU en el año 1964. Selma (Bjôrk) es una inmigrante checa que se muda a aquel país con su hijo Gene. Además padece una enfermedad hereditaria degenerativa que le está ocasionando una rápida ceguera progresiva. Por este motivo, Selma ahorra centavo a centavo en una lata que guarda en su cocina para pagar una operación que evite que su hijo sufra el mismo destino.

Selma, en sus pocos ratos libres participa en la obra teatral The Sound of music, actividad que por momentos le permite separase de su lamentable realidad, sin embargo y debido a su condición experimenta en los ensayos y preparación de la misma la parte más definitoria de su condición de ceguera teniendo que ocultarla para participar en la obra. Ella estratégicamente lograba guiarse contando pasos y siguiendo los sonidos de su entorno, así logro permanecer un poco más entre el reparto sin levantar sospechas, práctica trasladad a su vida laboral y personal, de aquí derivan muchas de sus alucinaciones en donde ve a la gente en números teatrales. 

                                                                               
La cosas se complican paulatinamente tras sufrir el engaño de uno de sus pocos amigos, mismo que la aloja en una casa rodante en el patio de su casa y el que, aprovechando su condición de invidencia descubre el lugar secreto de sus ahorros y los toma en su ausencia dándole un giro definitivo a la trama. Selma comprometida con la salud de su hijo llegará como bien nos tiene Von Trier acostumbrados pues a las últimas consecuencias con tal de recuperar la cantidad justa para la operación de Gen que tantos años le llevó reunir.  

                                                            

jueves, 2 de junio de 2011

Lepidoptera.

Yo alguna vez debí sentir mariposas libres en el estómago.
De esas que están ahí sin necesitar de razones para pagar su estadía,
eran aquellas diminutas las que indicaban que ya la existencia era más compleja
pues sensorialmente percibíamos al mundo como la página de un buen libro.
Con el tiempo algunas emigraron, seguramente por el frío invierno en mis paredes.
No han regresado aún aquellas libres mariposas, ya no chocan en mí sus alas,
humildes y nobles envían remplazo para asegurarse que no marchite vacía y
hueca pero, aún, no he logrado cumplirles siendo quien permite que se escapen
por las rejas abiertas de mi voluntad gastada y repleta de finos barrotes.

Hay momentos en que me alimento de suspiros y trago nubes con formas,
se que hay algo aún intentando agitarse pero inminentemente caen sin éxito.
En casos más afortunados se marcan en la piel las huellas de las polillas, una
versión monocromática ante los monólogos de mi conciencia de matices ya grises.
Siempre creo que volverán las libres alas dispuestas en pares, pero luego,
en silencio entiendo que nunca serán libres pues ya las razones son disolventes.

Las próximas serán del color que escoja, de peso necesario para sentirse pero,
también ligeras para mudarse en cuanto la cosa se haga utópica. Esa emoción
eterna ante lo desconocido se refriega en el agua sucia de las experiencias  
previas que nos condicionan como murallas altas para soportar algunos golpes.

Ahora que lo pienso nunca me gustaron las mariposas, siempre temí por ese
polvo que sueltan en su vuelo, de pequeña creía que causaba ceguera crónica,
Quizás desde que nací o antes, ya genéticamente me prepararon para temer no
solo al animal sino a lo que ellas significan en una sociedad ansiosa de metáforas.

Yo no quiero mariposas… Yo quiero golondrinas que picoteen las entrañas donde
el verdadero amor se aloja, ese que sale de tan profundo que aunque pase el
tiempo no emigra ni se fuga, no se evapora ni se vuela, Ese que no requiere de
colores o alas en pares, ese que nos recuerda que estamos vivos entre pequeñas
muertes. Un amor de golondrinas que se alimente de letras y en donde las plumas
cosquilleen la conciencia por minutos perdidas y donde las alas torpes se
tropiecen por el espacio limitado, pero, que en conjunto con mi itinerante
esperanza convivan hasta compartir el lecho. Eso quiero para mi, egoísta como
siempre.