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lunes, 23 de mayo de 2011

Somos imagen y semejanza de una suposición…

Nuestra naturaleza verdadera no proviene de Dios,
no somos ni seremos la promesa de un mundo nuevo
por el hecho de ser creyentes polifacéticos.
Las luchas que emprenderemos siempre serán egoístas
así las compartamos hombro a hombro y grito a grito.
¿Cuántos pechos golpeados al ritmo de letanías
adornan bancos de madera que rechinan por la hipocresía?
Tantos cánticos aprendidos que ni si quiera emergen afinados,
tanto sencillo de ese que nos sobra en cestas, tanto ritual
al ritmo de campanadas como si fuese este un patio de recreo.

Un símbolo de redención con cuatro puntas cardinales,
colocada en alguna pared que probablemente convine, fíjate,  
arrepentirse ante ella parece ser un modismo y no un sentir.
Supongo lo has notado, porque al igual que yo a pesar de estar
en aquel campo santo has criticado a tú prójimo. ¡Que vergüenza!
Da claustrofobia esa cabaña de una ventana y una entrada,
¿Son de madera para que retumben las confesiones?
¿Si fuesen de alabastro resbalarías las palabras?
No se debería escuchar a quien no camina por este suelo
manchado de cierto pecado y humanidad como cualquiera,
menos si te tutea desde una tela metálica como si se tratara
de un autoservicio, de esos impersonales porque no te ven a los ojos.
Yo con unas cervezas, si lo quisieras, podría exorcizar tu alma,
yo, que el único voto que he comprado a sido el de confiar
en mi instinto, lo único que considero soberanamente natural. 

                                                  
                         

sábado, 21 de mayo de 2011

Recomendación Musical


                                                                     

Sarah Jaffe, es una cantante y compositora de Texas cuya música folk-pop es toda una muestra de talento y sensibilidad. En el año 2008 publicó su primer Ep, llamado Even Born Again, antesala de su primer álbum, Suburban Nature del 2010.

                                              

                                                                      

Filigranas...

La magia del tiempo se mide por su poder de detenerse, una habilidad única que solo se logra en ocasiones. Todo alrededor se dilata, se degrada, se borronea, se pierde con el soplido inerte de bocas bajo juramento. Son esas réplicas mentales las que permiten mantenerse conectado a la realidad ante eventos que, colmados de detalles, juegan con los sentidos. Parece una insinuación literaria y remota cualquier planteamiento que desdoble el alma, por ello quizás a esas gotas cronológicas le tenemos poca fe. Cautivos transitamos, buscando esos instantes que hagan más ligera la carga de vivir sin existir.

Dependo de instantes para respirar, necesito lo insensato de un arrebato o el riesgo de morir por soplos para luego agradecer que aún tropiezo como cualquier mortal que deambula con vetas. Probable que de esta manía de cazar reverencias sin un escudo físico sino más bien emocional se haya colmado de riesgos mi integridad ante cualquier juicio, poca confianza tengo de salir airosa entre brazos que sé, después de extendidos, han deseado ahogarme. Confiar es una práctica metafísica que cuerpos mutilados no logran alcanzar por mucho que cierren los ojos.

La culpa desconozco por no haber logrado definirla en una mente que se salvaguarda en algunos cuantos aciertos. Nombrarla sería ubicarla en algún espacio vacío de mi memoria y no me interesa sabotear las pocas libertades que me concedo. Prefiero invertir la paz que compro cuando la ofertan en proporcionar instantes desdibujados a la memoria y cuenta de mi vida. Esa que interrumpo con artistas de cartón que no aguantan frío o viento, un te quiero o un simple odio. Como secuelas de un ayer, como marcas de vejez en un mapa se siguen quedando en el alma experiencias como filigranas de un anhelo descontinuado por la erosión de vientos inclementes. Así como esa mancha de vino sobre el mantel, como la humedad de aquel vestido se guardan intactos los momentos que fraguan la distancia en la que no estoy contigo… El idealizado sin rostro, la promesa de lo incierto, el final del punzón de mis manos. 

                         

miércoles, 11 de mayo de 2011

Tanto tantas...

Tengo tantos rostros apilados que hoy no se cual escoger para mostrarme al mundo.
Tengo tantas heridas abiertas que no poseo más jirones de piel para remendarlas.
Tengo tantos fantasmas en la espalda que siento cada vez más cerca mi nuca del suelo frío.  
Tengo tanto descanso pendiente que las bolsas de mis ojos traicionan la cronología desordenada de mi corta vida.
Tengo tantas ganas de rozar que mi hábito de sentir con ambas manos todo lo que me rodea se ha duplicado.  
Tengo tanto que soportar que mis nervios empiezan a fragmentarse después de las seis de la tarde.
Tengo tanto café en el sistema que no recuerdo la última vez que me quitó el sueño.
Tengo tanta rutina que no uso reloj, solo basta con detenerme y ver que actividad me consume la voluntad para tener un aproximado de la hora.
            Tengo tantas historias calladas que, algún día, serán usadas para equilibrar una vieja mesa de té sin brillo.
Tengo tanto de lo que no se toca que rezongar en voz alta me recrea cargos de conciencia.
Tengo crónicas que inician con comillas y finalizan en muertes anunciadas.
Tengo un listado borroso por la gravedad, mis lágrimas siempre caen en las letras mayúsculas y los bordes.
Tengo expresiones indisimulables ante frases que me hacen fragmentar la sanidad.
Tengo miles de razones para sentirme diferente al resto, para buscar portadas distintas a mis días y espacios solitarios para emigrar sin equipaje alguno.
Tengo una vida prestada que en ocasiones quisiera devolver…